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ntró por la puerta de atrás, despacito,
sin querer molestar, es una estación que va apareciendo muy suavemente. No se sabe
cómo, pero el verano fue desapareciendo, casi sin sentirlo, y dejó entrar en
nuestro cuarto el espíritu otoñal.
Aparece nuestro amigo como una neblina
muy bajita, primero nos trae las hermosas manzanas, la laboriosa vendimia, el
olor a la fermentación, las castañas, las nueces…
Pero lo más llamativo es que aparecen las
aguas, llueve y llueve, los ríos, antes agostados, se llenan, los montes, se
vuelven plateados con los reflejos de los torrentes.
Nuestras parras se van llenando del color
del invierno, y se van desprendiendo despacito de sus hojas, como diciéndoles: “ya
no te necesito, ya no hace falta que me protejas del sol”.
Los días se vuelven cada vez más fríos,
la luz se atenúa, va ganando la noche, poco a poco, vamos quedando inmersos en
el mundo del claroscuro, nos rodeamos de una visión en blanco y negro de las
cosas.
Pero el otoño es bueno para evocar
nuestros recuerdos:
·
La entrada en el colegio, con
la cartera nuevecita, la gabardina nueva (que la del año pasado me quedó
pequeña).
·
Los zapatos de Segarra,
que son estupendos para el agua.
·
Otro plumier de madera, porque
todos los años se me rompe.
·
Mi madre, que el primero de
noviembre me mandaba a la calle con un collar de castañas cocidas al cuello.
·
Las visitas al cementerio,
para poner flores a los “difuntiños”, un ramo había que dejarlo
en la cruz de los “olvidados”.
No es tristeza lo que nos entra por el
cuerpo, también es alegría, es el “Samaín”,
son los “Magostos”, son los niños
andando por la calle con sus calabazas y sus pinturas.
Son días para pasear bajo la lluvia, para
coger setas, castañas, para pensar, para acordarse de los que ya no están, para
sentarse junto al fuego…
Hoy salí a pasear en bicicleta por la
ribera del Umia, desbordada de agua. El rio anegaba el camino, pero la luz ofrecida
por los pocos rayos de sol que las nubes permitieron, dan tal belleza al
humedal, que junto con sus garzas y sus cormoranes, hicieron que un paseo
dificultoso, se convierta en agradable y hermoso.
En una palabra: bienvenido amigo Otoño.
Todo esto no es tristeza, esto se llama:
Melancolía
Yo os deseo a todos vosotros que disfrutéis
de un muy feliz otoño lleno de melancolía.
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