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yer me encontraba
resfriado, ese motivo, me recuerda las comidas invernales.
Echo mano de unas
habas pintas, compradas a finales de verano en un viaje relámpago a Veguellina
de Órbigo, las puse a remojo, y después de tomar los antigripales
correspondientes… ¡a la cama!
Por la mañana, después de desayunar y
revalidar las fórmulas farmacéuticas, me pongo a la faena.
Como siempre, me guio por mi intuición,comienzo
por introducir los primeros materiales del guiso: Cebollas, ajos, puerros,
pimientos, especias, etc.
Ya serían las once de la mañana, y se me
ocurre: ¡le puede quedar bien algo de chorizo y unas migas de bacalao!...
Y como dicen en los cuentos: ¡Como lo
pensé, lo hice!
Pero para ello tenía que salir de casa, cosa
que no me apetecía demasiado, aunque pensándolo bien, y en virtud de los
resultados a conseguir, me armé de valor, y… ¡adelante! ¡A la calle!
Bien, pues lo habitual, supermercado,
espera en caja: ¿quiere una bolsa? ¿Tiene usted tarjeta Travel? (a mí me
hubiese gustado hablar de otra cosa, pero tampoco es para romperle a la cajera
el ritmo de trabajo).
Antes de volver a mis fogones opto por
tomarme un café con leche calentito que me recupere. Entro en el bar, y me
siento en la barra, como mi café está ¡ardiendo!, cojo el periódico (La Voz de
Galicia): crisis, mas crisis, todo va mal, todo va peor, es posible incluso que
aún peor….
Paso de refilón por las esquelas, me
asombro, ¿Qué veo?, ¡acaban de incinerar a Suso!:
A la mente me vienen imágenes y
pensamientos:
¿Hace cuantos años que no nos veíamos?
¿Sería desde que te hiciste un hombre?
¿Qué fue de tu carrera política?
¿Te acuerdas de aquellos seminarios de “Marxismo”
y de tantas y tantas discusiones?
¡Hasta mi amigo Guillermo te dedicó una
canción! ¡Viejos tiempos!
Hoy desde la lejanía, y desde el dolor
que sufrimos los que tenemos esa edad que sobrepasa los 60, cuando despedimos a
alguien (porque siempre estamos despidiendo a alguien), recordamos que con esa
persona que se va, también se marcha un trocito de nuestra vida. Lo difícil
será saber cuantos trocitos tenemos para desprendernos, porque por desgracia ya
se fueron muchos.
Yo no se como funciona la cosa, pero lo
que si es verdad, es que voy a tratar, por mi parte, de recuperar alguno de
esos pedazos perdidos con esas habas de Veguellina de Órbigo, que me han salido
maravillosas.
Vilagarcía
de Arousa, 31 de octubre de 2012