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miércoles, 31 de octubre de 2012

Las Habas Pintas de Veguellina


A
yer me encontraba resfriado, ese motivo, me recuerda las comidas invernales.
Echo mano de unas habas pintas, compradas a finales de verano en un viaje relámpago a Veguellina de Órbigo, las puse a remojo, y después de tomar los antigripales correspondientes… ¡a la cama!
Por la mañana, después de desayunar y revalidar las fórmulas farmacéuticas, me pongo a la faena.
Como siempre, me guio por mi intuición,comienzo por introducir los primeros materiales del guiso: Cebollas, ajos, puerros, pimientos, especias, etc.
Ya serían las once de la mañana, y se me ocurre: ¡le puede quedar bien algo de chorizo y unas migas de bacalao!...
Y como dicen en los cuentos: ¡Como lo pensé, lo hice!
Pero para ello tenía que salir de casa, cosa que no me apetecía demasiado, aunque pensándolo bien, y en virtud de los resultados a conseguir, me armé de valor, y… ¡adelante! ¡A la calle!
Bien, pues lo habitual, supermercado, espera en caja: ¿quiere una bolsa? ¿Tiene usted tarjeta Travel? (a mí me hubiese gustado hablar de otra cosa, pero tampoco es para romperle a la cajera el ritmo de trabajo).
Antes de volver a mis fogones opto por tomarme un café con leche calentito que me recupere. Entro en el bar, y me siento en la barra, como mi café está ¡ardiendo!, cojo el periódico (La Voz de Galicia): crisis, mas crisis, todo va mal, todo va peor, es posible incluso que aún peor….
Paso de refilón por las esquelas, me asombro, ¿Qué veo?, ¡acaban de incinerar a Suso!:
A la mente me vienen imágenes y pensamientos:
¿Hace cuantos años que no nos veíamos?
¿Sería desde que te hiciste un hombre?
¿Qué fue de tu carrera política?
¿Te acuerdas de aquellos seminarios de “Marxismo” y de tantas y tantas discusiones?
¡Hasta mi amigo Guillermo te dedicó una canción! ¡Viejos tiempos!
Hoy desde la lejanía, y desde el dolor que sufrimos los que tenemos esa edad que sobrepasa los 60, cuando despedimos a alguien (porque siempre estamos despidiendo a alguien), recordamos que con esa persona que se va, también se marcha un trocito de nuestra vida. Lo difícil será saber cuantos trocitos tenemos para desprendernos, porque por desgracia ya se fueron muchos.
Yo no se como funciona la cosa, pero lo que si es verdad, es que voy a tratar, por mi parte, de recuperar alguno de esos pedazos perdidos con esas habas de Veguellina de Órbigo, que me han salido maravillosas.
Vilagarcía de Arousa, 31 de octubre de 2012

sábado, 20 de octubre de 2012

La Gabardina

R
ecuerdo un día en que me compraron una gabardina en For, era ésta una tienda perteneciente a una cadena de varios establecimientos que en aquel momento estaba de máxima moda en Coruña. El dependiente, hombre hábil donde los haya, estableció rotundamente y sin ningún género de duda la extraordinaria característica de impermeabilidad de la prenda. Yo desde luego y con 10 hermosos e inocentes años a la espalda lo creí a pies juntillas, en ningún momento pude dudar de la firme aseveración del vendedor; tampoco, creo en este momento, comprendí el alcance real de sus palabras, ya que por mi parte estaba absolutamente seguro que con dicha prenda me encontraba aislado del agua cual traje de buzo.

El colegio comenzaba en el mes de octubre, alrededor del día cuatro, me acuerdo porque ese era el día de mi santo. Yo empezaba el curso de ingreso, la ilusión del nuevo curso me salía por los poros de mi cuerpo. Don Emilio, mi profesor, era como mínimo, sorprendente.

Con esta preciada carga sentimental me enfrentaba con el inicio del invierno. A los pocos días del principio del curso, se puso a llover, pero a llover como se ponía antes, es decir, que no paraba. Yo con mi gabardina nueva y su flamante capucha, todavía conservo en mi memoria ese agradable olor que desprendían las prendas nuevas de algodón, absolutamente convencido, ya no de su impermeabilidad, estaba seguro de su estanqueidad, me coloco en la calle Pardo Bazán, debajo de un canalón para enseñarle a mis amigos el efecto de la prenda. Para corroborar la certeza del hecho, levanto mis brazos y me paseo de canalón en canalón. Este experimento científico me costó un contacto directo con la zapatilla de mi madre, desde luego durante bastante más tiempo del que yo hubiera deseado.