ací el año 1951, en A Coruña, es
necesario advertir a los más jóvenes, que en aquel momento, en Galicia, no se
conocía la Televisión, y es que no existía ni siquiera señal radioeléctrica.
En ese lugar de la historia lo único que teníamos
era la radio
.
No se vayan ustedes a creer que la cosa
estaba ni mejor, ni peor que ahora.
Había programas divertidos, e incluso
interesantes:
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Pepe Iglesias “El Zorro”.
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Matilde Perico y Periquín.
·
El Criminal nunca gana.
·
Aquellos tiempos del cuplé.
·
Y francamente muchos más.
De igual manera hoy podemos encontrar en
lo que los grandes entendidos y consumidores de TV llaman “la parrilla”, muchos
programas televisivos de gran interés.
Salvando las distancias de la censura,
que entonces era brutal, y que hoy también es brutal, solo que con diferentes
intereses y métodos. En aquel entonces también vivíamos como hoy, rodeados de
“carnaza” consumible:
Estaban las Radionovelas, que eran muchas y eternas, algunas de 800 o 900
capítulos, baste citar:
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Tres hombres buenos.
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Ama Rosa.
·
Lucecita.
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Simplemente María
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Y muchísimas más.
Todas estas novelas estaban orientadas a
hacer llorar desesperadamente al sexo femenino. De hecho su hora de emisión,
era después de comer, justo cuando las mujeres se enfaenaban en la cocina (no
nos olvidemos que la mujer que trabajaba fuera de casa era conocida como “rara
avis”).
La costumbre socialmente extendida era
esperar por el marido para comer, luego se retira la mesa, y mientras el hombre
de la casa bajaba al bar a jugar la partida, y tomar el café, ella, se dedicaba
intensamente a la cocina y a llorar las desdichas de la protagonista del
melodrama.
Pero no todas las horas de emisión eran
de esa manera, teníamos emisiones nocturnas, aunque no demasiado, ya que sobre
medianoche acababa la programación y la radio quedaba en silencio, pero entre
media tarde y noche nos lanzaban alternativas no tan lacrimógenas:
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Salto a la fama.
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Pepe Iglesias “El Zorro”.
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Ustedes son formidables.
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Cabalgata fin de semana.
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Operación Plus Ultra.
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La Ballena Alegre.
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Hermana Radio.
·
Y como siempre muchos otros,
que me quedan olvidados en el fondo de la mente, y que el día menos pensado
volverán.
Sin embargo, querido lector, esto no despinta
mucho de lo que se hace hoy en día, ya que si bien nos encontramos con
productos de primerísima calidad, también hay que decir, que la mayor parte del
tiempo de TV, se encuentra ocupado por producciones absolutamente inferiores a
las peores radionovelas de la época.
Está claro, que no conocíamos ni de
rebote lo que era un televisor. Yo por mi parte, el primero que vi, fue en un
viaje en que me llevaron a Madrid a ver a mis abuelos.
Sería posiblemente el año 1956, fuimos en
tren (de esos que echaban carbonilla por la chimenea, y si asomabas la cabeza
por la ventanilla, quedabas negro), el viaje era terriblemente pesado, duraba
unas 18 horas.
Para mí ver Madrid fue un espectáculo,
conocer el metro, los semáforos, el tráfico por las calles, las gambas a la
plancha, las cañas de cerveza.
Y para colmo mis abuelos me llevaron a
ver la televisión.
En ese momento solo los muy ricos se
permitían tener un televisor en casa. El resto de los penitentes, se
contentaban con ir a verla, muy de vez en cuando a una “Cafetería” (locales completamente
nuevos, que enseguida se pondrían de moda).
Y mucha atención: solo las cafeterías de
muy alto copete tenían lo que se llamaba “Salón de Televisión”. Estas salas,
solían localizarse en una planta superior, y bien aisladas del bullicio de la
Cafetería. En ellas no se podía hablar, el silencio era sepulcral, y las
consumiciones carísimas. Solo contaban con estas instalaciones las grandes
cafeterías de Gran Vía, Callao, Fuencarral, es decir, lo más “chic” del
momento.
Es por todo ello que lo que imperaba en
los hogares era “la radio de cretona”.
Para el que no lo sepa, los receptores de
radio solían cubrirse con unas cortinas de cretona “monísimas” (nunca supe cuál
era el motivo).
Era desde luego uno de los aparatos más
importantes de la casa, y posiblemente el único, ya que en aquel entonces la
cosa no estaba para dispendios, las neveras eran de barras de hielo (no tenían
motor), no había ni batidoras, ni estufas eléctricas, ni microondas, si
aspirador, ventilador, aire acondicionado, etc., es decir, muy poca corriente
electica se gastaba entonces.
Y volviendo a las emisiones, creo que en
muchos casos se burlaba a la censura, las producciones tenían que pasar por
censura previa, incluso los anuncios comerciales, que por cierto la mayor parte
de ellos eran leídos en directo por el locutor o locutora de turno.
Esto me recuerda una anécdota de un día
28 de diciembre, en el que para gastarle una broma a una locutora de una
emisora local de Coruña, le cambiaron el texto de un anuncio y sin darse mucha
cuenta de lo que decía anunció por el micrófono:
“Pelotas, pelotas, miles de pelotas”.
“¡Para pelotas Tobaris!”
Que por cierto “Tobaris” era un bazar muy popular, fundado en Vigo en los años 20
por un hombre emprendedor de ideas de izquierdas, que lo creó con el deseo de
ofrecer algo asequible a los bolsillos de los trabajadores, no en vano, el
nombre que le puso “Tobaris” es la
castellanización de la palabra rusa Tobarich: “Camarada” .
Estos bazares
tuvieron un gran éxito entre las clases menos afortunadas, y se extendieron con
sucursales por toda Galicia, hasta la entrada de las multinacionales y los
bazares chinos.
Pero volviendo al tema, también hay que
aclarar, que las noticias eran exclusivas de RNE, y que todas las emisoras
tenían la obligación de conectar con el llamado “Parte”, todavía quedaba la denominación bélica de cuando era el
“parte de guerra”. De hecho su comienzo era con el toque de corneta
interpretando el toque de “generala” y el “himno nacional”.
¡Cualquiera se atrevía en casa a abrir la
boca mientras estaba la radio con el parte!, tanto el de las dos y media, como
el de las diez de la noche, eran cosa sagrada e inviolable.
Luego había programas divertidos, como el
del Zorro, que te morías de risa con sus imitaciones y silbidos, los había
solidarios, como Ustedes Son Formidables, u Operación Plus Ultra. Es curioso
que con la penuria económica que se padecía, la gente se hacía solidaria con
las desgracias ajenas (que eran muchas).
Solo recordar: las inundaciones de
Valencia, el desbordamiento del rio Ter o el terremoto de Agadir.
En lo que respecta a Operación Plus
Ultra, se premiaba a aquellos niños que por su conducta de heroísmo o de
sacrificio consideraban los organizadores merecedores del premio. Había chicos
de un sinfín de nacionalidades.
Uno de los programas más divertidos era “Salto a la Fama”. Fue el predecesor a
“Operación Triunfo”, pero a lo bestia, es decir, empezaban con fases locales y
terminaban en Madrid.
Recuerdo que había causado sensación uno
que se autodenominaba “El Albañil de Cambre”.
Pero lo que más impactaba era poner la “Onda Corta”, con ella podías escuchar
otros países, emisoras americanas, europeas, la BBC en español, Radio París,
“Radio España Independiente”…
Entre el miedo que tenías por si algún
vecino te pudiese escuchar, entre los pitos que colocaba en esa misma onda RNE
intentando que la gente no la oyese, casi estoy por decir que perdías la mitad
de las emisiones, por lo menos.
De todas maneras nos quedaba la
imaginación para completar lo que no se
percibía.
A mediados de los años 1960, la
televisión fue entrando poco a poco en los hogares españoles, y la radio se fue
haciendo más pequeñita.
Se fue muriendo la cretona y las radios
con cajas de madera, se fue ganando espacio y versatilidad.
El transistor (que muchos llamaban
“Transitor” o “Transístor”), hizo que los domingos por la tarde se llenasen los
paseos de partidos de futbol.
Los más educados iban con su señora y con
el auricular puesto, el resto, con el aparato a todo meter, pegado a la oreja,
y la señora agarrada al otro brazo.
Pero esto duró poco, la cultura
televisiva absorbió todo el espacio posible y la radio se fue apagando poco a
poco.
Empezaron a caer las radionovelas, las
señoras ya no podían llorar a sus anchas por la tarde mientras fregaban. Y es
que las mujeres jóvenes estudiaban, salía al mercado de trabajo y empezaban a
tutearse con los hombre, incluso las más modernas hasta iban solas a la
cafetería.
Se decía entonces con gran retintín, que
las mujeres modernas:
“Fuman,
beben, y tratan de tú a los hombres”
En fin que nos fuimos haciendo más
europeos, y más libres, aunque en cuanto a los medios de comunicación no sé yo
si corrieron la misma suerte.
¡El tiempo lo dirá!