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l año 2014, se cumplió el primer
centenario del comienzo de la primera guerra mundial. El recuerdo de sus
consecuencias hace temblar a la conciencie más dura. Pero el objeto de mi
relato no es reflejar toda esa desgracia.
Yo no soy la persona indicada para
reflejar esta barbarie, porque mi mente repugna todo tipo de violencia, y por
ende, la guerra.
Pero para desarrollar el argumento de mi
narración, sí que necesitamos saber algunas cosas que este suceso trajo sobre
el mundo de la época.
Cuando termina la I Guerra Mundial, en el
1918, se firma el armisticio de Versalles, con lo que se le impone a Alemania,
como potencia perdedora, una serie de condiciones, entre otras, la destrucción
de gran parte del armamento pesado, así como la limitación dentro de sus
fábricas de armas y astilleros, dejando su supervisión a las potencias
ganadoras del conflicto.
Una de las grandes penalizaciones dentro
de la construcción de barcos de guerra, fue la limitación del tonelaje.
La consecuencia fue que Alemania no
pudiese durante el período de entreguerras, construir grandes acorazados, que
en el mar, eran en ese momento el armamento definitivo, y el que aseguraba la
prevalencia de las grandes potencias en el océano.
La industria alemana no se amilanó, y
dentro de esa carrera armamentística, producto de entreguerras, desarrolló una
nueva tecnología, tratando de vencer la carencia que obligaba el tratado de
Versalles.
Se crearon lo que se dio en llamar
“Acorazados de Bolsillo”, que consistían en barcos de medio tonelaje,
autorizados por el tratado, pero con una potencia de fuego de un acorazado,
insólito en el momento.
Uno de los más admirados, botado en su
momento a bombo y platillo por el propio Adolf Hitler, fue el “Admiral Graf
Espee”.
En el triste acuerdo de la “no
intervención” dentro de la Guerra Civil Española” navegó como vigilante de las
costas de la península, costeando e iniciando sus prácticas para la futura II
Guerra.
En el 1939, y terminada la guerra
española, a la espera de órdenes de invasión de Polonia, el Graf Espee, recala
en el puerto de A Coruña, más tarde se hace a la mar, y comienza el período
pre-guerra persiguiendo y hundiendo barcos de transporte en el atlántico sur.
Es perseguido por la flota inglesa, y se
refugia en el puerto de Montevideo donde por su carácter neutral obliga al Graf Spee a salir
a mar abierto por presiones de los Aliados.
El capitán, a la salida del puerto,
decide preservar el secreto de la tecnología del acorazado y frente a la
imposibilidad de escapar decide hundir su barco en el medio del Río de La
Plata.
Los supervivientes fueron capturados,
hechos prisioneros en un campo de concentración en la isla Martín García, de
donde se fugan el cuatro oficiales, en el velero Halcón, cruzando el Atlántico,
y llegando a las Canarias y de allí a Alemania poco antes de terminar la
guerra, eludiendo la vigilancia marítima de los aliados.
Curiosamente este velero fue encontrado
por unos aficionados al mundo de la vela de A Coruña, y en este momento se
encuentra restaurado y fondeado en el Club Náutico de la ciudad.
Pues bien, retrocediendo unos años, allá
por 1938,el Graf Spee, en su labor de vigilancia de las costas españolas,
arriba al puerto de A Coruña para avituallarse y hacer una visita de cortesía a
la ciudad, ya que en ese momento estaba constituida como un feudo franquista.
El acorazado organiza unas jornadas de
puertas abiertas para los coruñeses. El movimiento propagandístico del III
Reich estaba exultante, y la mayoría de la población se consideraba germanófila.
Las colas que se formaron para subir al
barco eran eternas, pero un coruñés como es debido aguanta a pie firme las
inclemencias y las incomodidades en aras de la novedad.
Una de las grandes innovaciones que
presentaba el buque era su descomunal telémetro. Para los que ignoren este ya
antiguo aparato les diré que es un instrumento óptico con unas lentes enormes,
colocadas a cada costado del barco. Si miramos por el aparato un objeto lejano,
y al estar las dos lentes tan separadas, lo veremos borroso, desenfocado, si
movemos las lentes hacia el punto concreto, lo iremos aclarando, una vez que
esté claro, enfocado, sabremos su distancia, ya que formará parte de un
triángulo isósceles donde conocemos el tamaño de la base y los ángulos que
forman los dos lados restantes.
Bien, pues aunque parece una tontería,
esto forma parte esencial de mi relato, en el que interviene parte de mi
familia.
Un día de verano, mi tía Pacucha, que en
aquel momento tenía unos adolescentes 18 años, estaba encargada por mi abuela
Eulogia, de llevar a sus dos hermanos con dos primos, todos bastante más
pequeños, a la playa de San Amaro.
Como el día estaba bueno, salieron
temprano, y como tenían mucho tiempo, fueron dando un paseo por Los Pelamios,
que era una zona rocosa donde rompían las olas, y de difícil acceso.
Jugando, jugando, escalando las rocas,
los niños lo iban pasando estupendamente.
Mi tía Pacucha sintió de repente como la vejiga
pedía espacio, intentó por todos los medios aguantar, cuando ya no fue posible,
trató de esconderse de los niños para que no la vieran, imposible, pero como la
cabeza en los momentos de necesidad actúa, se le ocurrió iniciar un juego:
-Vosotros os escondéis, y yo os busco.
-Vale.
-Cuento cincuenta.
Echaron todos a correr, y el que más y el
que menos se escondió detrás de una roca.
Aprovechó entonces, y tranquilamente y en
cuclillas fue dando rienda suelta a su necesidad.
Seguidamente aparecieron todos los niños,
y juntos se dirigieron a la playa.
Después del baño, y de vuelta a casa,
primero dejan a los primos, que vivían muy cerca.
El tío Jacinto estaba casado con la tía
Pepita, hermana de mi abuela, y por lo tanto tía carnal de Pacucha, y madre de
los primos que les acompañaban.
Pues con mucha sorna el tío Jacinto se
dirige a mi tía Pacucha y le dice:
-Pacucha, si tienes que hacer pis, de
nada vale que mandes marchar a los niños, si te está viendo toda Coruña.
Y es que el telémetro del Admiral Graf
Spee, con su óptica alemana de última generación, y en su demostración ante el
pueblo de Coruña calculó la distancia existente entre el barco y una
adolescente haciendo pis en Los Pelamios.
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