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l día de ayer tuve el gran gusto de
asistir al 8º congreso de la Federación de Pensionistas y Jubilados de CCOO de
Galicia.
Lo que a priori se podría calificar de
muermo soporífico, de batallitas sin fin, de lamentos por no poder y desear, de
antiguo, de pasado de moda, en resumen de fuera de la realidad…, da una vuelta
de tuerca y se convierte en algo parecido a los brotes verdes de la primavera,
los gomos de las vides, el surgir de las rosas y los olores del nacimiento de
la vida que revienta en las primaveras de nuestro Salnés.
El panorama es espectacular, al entrar en
el salón lo que se percibe son los brillos de las calvas de los hombres y las
arrugas de las mujeres.
Pudiera ser que a cualquiera que no
profundizase en este panorama se le viniese a la mente el sedentarismo propio
de un “Casino” del siglo XIX o XX.
Inmediatamente, estos hombres y mujeres
desatan sus voces y se empieza a escuchar un torrente de opiniones.
Entonces esas calvas comienzan a llenarse
de cabellos liberados, las arrugas se estiran al dilatarlas el canto juvenil de
la solidaridad y la lucha.
Lo que en un momento eran signos de
decrepitud, de dependencia, de decadencia física, se convierte en un grito de
esperanza, de ánimo, de futuro solidario, en todo caso es un “tu a tu” con la
juventud.
Se habla de la lucha, no se recuerda el
pasado, se habla del presente y del futuro.
Esta gente que en muchos casos se ayudan
de un bastón para ir a la plaza, no necesita incentivos para salir a luchar a
la calle, debe, y tiene que ser el ejemplo de los jóvenes.
Estos que ya están cansados de luchar
durante y después del franquismo, y que en muchos casos tuvieron reconocimientos
públicos por una larga vida dedicada a esta desagradecida vida de solidaridades,
todavía no han muerto, como Mio Cid ganarán aún después de muertos.
¡Mi madre!
¡Vaya pandilla!
¿De viejos?
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